viernes, 23 de septiembre de 2011

NAICA

La cueva de las espadas

Teníamos ante nosotros un salón repleto de cristales. Eran, con mucho, los  cristales mas grandes que habíamos visto: salían por todas partes y en todas direcciones, uniendo el piso con el techo. 
En 1794, Alejo Hernández, Vicente Ruiz y Pedro Ramos de Verea localizaron una pequeña veta al pie de la corta serranía de Naica, al sur de la ciudad de Chihuahua. El 6 de junio de ese mismo año oficializaron su descubrimiento al hacer el denuncio formal de una "mina ubicada en tierra virgen, con el nombre de San José del Sacramento, en la cañada del aguaje de la sierra de Naica". Anteriormente nada se sabía de la sierra de Naica.
 Las primeras labores comenzaron hasta 1828, a muy baja escala. En 1896 Santiago Stoppelli denunció una mina en el cerro de Naica, por lo que el asentamiento del mismo nombre recibía la categoría de pueblo. Pronto se formó la Compañía Minera de Naica, y la explotación formal y en gran escala dio inicio en 1900.
Dentro de la cueva, la naturaleza ha creado algunos de los cristales más grandes del mundo

Entre 1928 y 1961 la mina fue explotada por compañías estadounidenses, pero desde entonces Grupo Peñoles opera la mina con todo éxito, y es una de las más importantes y productivas del estado. 
Actualmente la mina produce principalmente plomo, zinc, cobre, plata y oro, llegando a procesar casi un millón de toneladas de mineral al año. Los trabajos de la mina han destacado a nivel nacional por su cuidado del medio ambiente y mínima contaminación.
Entrando a la mina, el camino es una rampa descendente que va siguiendo las chimeneas mineralizadas, entre los estratos de las rocas calcáreas que conforman el cerro. 
La luz de la entrada rápidamente se pierde y sólo nos iluminan los faros de la camioneta. A medida que bajamos, la temperatura y la humedad van en aumento. En las partes más hondas el ambiente alcanza los 45ºC y la humedad es de 100 %.
La longitud de la cueva es de unos 70 a 80 metros. En esa corta distancia hay  tal cantidad de maravillas, que queda uno pasmado, y es que toda la cueva -techo, paredes y piso- está cubierta por grandes cristales de selenita. 

Este mineral es una de las más hermosas y cristalinas variedades del yeso. Algunos de estos cristales tienen un parecido a cierto tipo de espadas, de ahí el nombre de la cueva. Sobrepasan el metro de longitud y se presentan de una manera poco usual en las cuevas. Esto último es lo que hace única en el mundo a esta cavidad, y digna de figurar entre los patrimonios naturales más hermosos de la humanidad.
En abril del año 2000, un par de mineros, hermanos, se encontraban operando una poderosa barrenadora, taladrando un túnel de exploración dentro de la mina de Naica, en el nivel de los 300 metros de profundidad. En un momento dado la barrenadora se siguió de largo y quedó ante ellos un pequeño agujero que al parecer daba a una grieta. 
Al ampliar un poco el boquete, se dieron cuenta de que se trataba de algo más grande de lo normal
Las condiciones climáticas de la cueva de los cristales son extremas; la belleza sobrepasa la imaginación
Cuando lograron traspasar el estrecho agujero, llegaron a un salón. Quedaron maravillados ante lo que contemplaban… 
Entraron en lo que podría ser una especie de "geoda" gigantesca de unos 8 metros de diámetro y de pronto se vieron envueltos enteramente por cristales, blancos y cristalinos, de gran tamaño.
Aunque se trataba de cristales de selenita, se dieron cuenta de que eran totalmente distintos a los de la cueva de las Espadas, y de un tamaño mucho mayor. 
Ante tal portento, los hermanos detuvieron el avance del túnel e inmediatamente dieron aviso al sus jefes, quienes, conscientes de que estaban ante un tesoro de la naturaleza celosamente resguardado, ordenaron desviar las obras del túnel para evitar que los cristales se dañaran.
A los pocos días volvió a aparecer otra cavidad llena de cristales, un poco mayor. Al ser inspeccionada, los sorprendidos mineros se encontraron con una cámara de cristales de selenita de tamaño descomunal:  
Entre 5 y 7 metros de longitud y algunos de casi 2 metros de diámetro. Tan sólo en esta cámara había alrededor de 20 de estos megacristales. 
La temperatura de la cavidad alcanzaba los 60ºC, así que los mineros no pudieron explorar más allá de ese primer salón. Nuevamente se desvió la construcción del túnel. Y también se mandó cerrar con una tapia de gruesos ladrillos y una puerta de acero, pues no tardaron en darse los primeros saqueos
Cuando nosotros visitamos la nueva cavidad fuimos acompañados por Claude Chabert, uno de los más importantes espeléologos franceses. 
El ingeniero Alejandri nos comento que habían consensado el nombre de la nueva cavidad, quedándosele el de Cueva de los Cristales, precisamente por su gran tamaño, y que estaban tratando de dar a conocer la cavidad, pero debido a las condiciones extremas de su interior, con una temperatura de 60ºC y 100% de humedad, nadie había logrado obtener una fotografía de su interior hasta ese momento.
Al entrar en la cavidad sentimos como si la temperatura hubiera subido al doble. Sin embargo, de momento se nos olvidó el calor porque frente a nosotros teníamos un salón repleto de cristales de gran tamaño. 
Sin lugar a dudas eran, con mucho, los cristales más grandes que habíamos visto en nuestra vida. Salían por todas partes y en todas direcciones, uniendo el piso con el techo. Después de haber visitado más de dos mil cuevas por todo México, las sorpresas continuaban, y en que forma! 
Claude sólo se atrevió a decir: "Esto es una locura de la naturaleza. Aquí se puso a disvariar y a salirse de todo lo que es para ella 'normal' en cuanto a cuevas". …Y eso que Claude, a sus 60 anos de edad, conoce más de diez mil cuevas por todo el planeta.
En realidad, apenas comenzaban nuestras sorpresas, cuando nos dimos cuenta de que ya no podíamos estar mucho tiempo dentro. El calor era agobiante, en verdad extremoso, y comenzamos a sentirnos muy  incómodos. 
Intenté tomar una fotografía, pero mi cámara estaba más que empañada, así que decidimos salir, descansar y volver a entrar. 
En misma esta mina, muy abajo del cerro, entre 3 y 5 kilómetros de profundidad, hay un cuerpo magmático, es decir, roca fundida a una temperatura muy alta, lo que mantiene caliente todo el interior del cerro, y a medida que se profundiza, la temperatura va en aumento. 
En los túneles activos de la mina, la temperatura es aceptable gracias a que se cuenta con ventilación y aire acondicionado, pero donde no los hay, se siente la verdadera temperatura de todo el cerro.
Cuando regresamos me coloqué en un sitio estratégico y comencé a tomar fotos, pidiéndole a mi compañero que se colocara entre los cristales, para tener una referencia de su tamaño. 
Entre foto y foto -que no pudieron ser muchas- pude ver que la cueva no tiene grandes dimensiones, quizá unos 30 metros de diámetro, gran parte de los cuales están totalmente cubiertos por los megacristales de selenita. 
No fue mucho lo que pudimos explorar visualmente, ya que el calor no tardó en sacarnos de ahí
El origen de estos megacristales se debe a varias condiciones, que raramente se dan.
La cavidad nunca tuvo acceso natural, era como una burbuja en medio del cerro. Gracias a la temperatura originada por el magma, entre las grietas y fracturas del interior del cerro corrieron líquidos y gases que traían sales de sulfuros disueltas en exceso. 
Al penetrar en la cavidad se originó un pequeño cambio en la presión del ambiente, lo que hizo que esos excesos de sales se fueran depositando en forma cristalina, y a través de miles de años crearan los enormes cristales que ahora vemos, cubriendo casi enteramente la cavidad con ellos. 
Algo fantástico que sólo la naturaleza pudo haber creado. Entre esas visitas estuvimos investigando sobre otras cavidades a nivel mundial que destacaran por sus cristales, y así pudimos verificar que, efectivamente, no hay nada que se le parezca. 
Podemos afirmar con toda seguridad que esta cueva posee los cristales más grandes del mundo vistos hasta hoy. Una maravilla más de este increíble país que es México, el cual nunca terminaremos de conocer.

Fotos: Carlos Lazcano Sahagún Cuando

 
 

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